miércoles, 18 de abril de 2012

Por el Circo de Lescun (Semana Santa de 2012)

A mal tiempo buena cara, ese fue nuestro lema para estos días que hemos pasado en Pirineos, aun a sabiendas de que íbamos con mal tiempo y de que nos podíamos encontrar con cualquier tipo de desastre

Decidimos salir el jueves temprano, nos juntamos en Torija y los ocho componentes del grupo nos pusimos en camino, en dos vehículos cargados hasta los topes. Durante el viaje nos ha llovido, pero eso no nos echado para atrás.

Nuestra primera parada es en Zuera, en un bareto a medio camino, que la última vez encontramos cerrado y que ha vuelto a funcionar, con una familia de un país del Este al mando.
La siguiente parada y última es en la zona de Sanchese, punto de inicio de nuestra aventura, una vez pasado el pueblo de Lescun. Hasta aquí hemos llegado por una pista en bastante buen estado. Picamos algo bajo una suave llovizna, nos equipamos convenientemente, tapando con bolsas la mayoría del material, y nos lanzamos al encuentro de la cabaña de Anaye.



Nos cuesta, pues empezamos con una subida con bastante inclinación y no nos ha dado tiempo para calentar músculos. Pasito a pasito y buena letra.



Antes de lo que nos imaginamos, pues sabemos que no está lejos, aparece ante nuestros ojos el “hotel”, y digo “hotel” porque lo es para nosotros, incluso ya decimos que de allí no nos vamos en los días que estemos por la zona.


Planta baja de cemento, mesa, dos bancos, estufa de leña, instalación de luz, fregadero con grifería e incluso un calentador, por lo que suponemos que la persona que lo utilice a diario se llevará una bombona de gas. Ni qué decir que no falta ni la fuente pegada a la casa. La planta superior tiene tarima de madera y algunos colchones no aptos para nuestros gustos refinados. Vamos, que ya quisiéramos encontrarnos en nuestro Pirineo cabañas así. Pocas, muy pocas se parecen a las que hemos encontrado en Francia.


En encender la estufa, cenar y preparar los sacos se nos va lo que queda de día. Del lugar decir que es un lugar espléndido, con altas cimas cargadas de nieve, que parecen a punto de desplomarse sobre nosotros.
Aunque un despertador nos indica que nos tenemos que levantar, nos hacemos los remolones y vamos saliendo de nuestros sacos muy despacio. Desayunamos e iniciamos una ruta con intención de llegar a la cabaña de Cap Baitch.


La mañana está algo nublada, pero estupenda para que el lugar nos muestre sus maravillas.





Siguiendo una senda nos cambiamos de valle, pasando por la cabaña de Lacure, un rinconcito al que no le falta de nada, estufa, algunas literas, libros y hasta una guitarra para dar unos acordes, pero en el que más de tres o cuatro personas estarían un poco apretaditas.

Seguimos hasta alcanzar la cabaña de Cap Baitch, no sin haber aguantado unas tormentas de nieve.


La cabaña se parece a la que estamos en capacidad y “lujo”. No podemos resistirnos y encendemos la chimenea para comer. Como no para de nevar y de salir el sol, nos da pereza movernos. Después, la mayoría decide subir en dirección al Anie, con intención de darse un garbeíto y el resto decidimos subir al Pas d`Azuns, que esta a unos treinta minutos, con el terreno totalmente despejado de nieve. Desde esta atalaya que es el paso, podemos ver a nuestros compañeros en su ascensión y la maravilla por la que van.
Los que empujados por nuestra insensatez decidimos ascender hacia el Anie, a pesar de la hora tardía  y del inestable tiempo, disfrutamos de un paisaje a cada paso más alpino y más panorámico, y sufrimos a cada paso con la nieve blanda, que nos hace hundirnos unos 20-40 cm.



Ascendemos por la vía más directa, buscando la cara este-sureste, hasta alcanzar el collado situado entre el Anie y el Pic de Countende.


En ese momento se desata lo más feroz de la ventisca. A pesar de las ganas de subir, nuestra insensatez tiene un límite y decidimos descender. Hemos localizado la pindia canal que por la cara este desciende directamente a la cabaña de Anaye y nos lanzamos por ella. Esta canal, con más nieve acumulada, es una zona con alto riesgo de avalanchas, pero en este momento del año nos parece transitable. La bajada es vertiginosa y enseguida avistamos la cabaña y a nuestros compañeros.

El regreso de los que hemos subido al Pas d'Azuns es por el mismo camino de ida, con la desdicha de que a partir del refugio de Lacure, el tiempo empeora y nos sacude una ventisca que no para hasta nuestra casita calentita. Nuestros pensamientos están con nuestros compañeros. ¿Cómo lo estarán pasando con la ventisca? Y cuál es nuestra sorpresa al verlos aparecer bajando por una ladera desde el Anie. Han llegado casi a la vez que nosotros y nos cuentan que han estado cerca de cumbrear, pero el mal tiempo les ha estropeado el plan. El resto de la tarde la empleamos en preparar la cena, entre bromas y risas.
Hemos decidido nuestro itinerario para el día siguiente. La mayoría queremos subir al Anie, dejando la Mesa de los Tres Reyes para otro momento. Subimos en dirección al collado de Insole, buscando el paso más correcto, pues las laderas que se nos presentan no están para hacer “el cabra”.







Hay que superar una barrera rocosa, pero no encontramos ningún paso evidente. Seguramente hemos ascendio por la ladera demasiado pronto y además el tiempo se va complicando, por lo que decidimos renunciar una vez más a la cumbre.
No obstante, el paisaje kárstico de esta zona es de una belleza hipnótica, así que después de comer, continuamos caminando en dirección a Navarra durante un rato, hasta que damos por terminada nuestra incursión del día.







Damos media vuelta y avanzamos, no sin practicar algunos "waka, waka", pasando por una cabañita muy pequeña, pero con una salida de humos muy nueva. Seguro que vale más que todo lo que haya dentro. El resto es tranquilo, incluso a algunos se nos hace algo largo. De vuelta a nuestra cabaña, quedamos gratamente reconfortados por una infusión calentita que prepara una de las componentes del grupo.

El último dia, la bajada a los coches resulta más ligera que la subida, lo cual nos deja más tiempo para la observación. Las laderas, cubiertas por una ligera capa de nieve y por árboles recubiertos de musgo, nos transportan a un cuento de hadas, leñadores y duendes. Finalizamos la bajada acercándonos a la gran cascada que hay al pie de los coches.






El resto del día la empleamos en volver a nuestros Madriles, viendo como iba mejorando la temperatura, parándonos en Zuera a comer y llevándonos un grato recuerdo (y olor a humo) de estos días estupendos, en los que no han faltado grandes derroches de alegría.

Nos vamos contentos, incluso aunque no hayamos conseguido ninguno de nuestros objetivos, pero con la plena satisfacción de habérnoslo pasado fenomenal. 

Enlace
Blog sobre las Montañas de Lescun
Otra salida por el Circo de Lescun (Agosto de 2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario